saranchá

Atisbos de literatura iberoamericana

Dies irae.
¡Oh Señor, despójame de esta calma!

por Cristian Jara Toro

fernando g. m. Tiene estudios en Historia del Arte por la Universidad de Chile y en Estudios de Traducción por la Universidad Pompeu Fabra. Ha publicado el libro de poesía Cuídate del agua mansa (Col. Adonáis, España). Actualmente cursa un doctorado en Estudios Literarios en la Universidad de Barcelona. Trabaja como corrector y traductor independiente. Es parte del comité editorial de Revista Saranchá.

Reflexiono acerca del proceso de si es necesario tener que habitar determinadas circunstancias para poder sentirlas, si vivirlas hace realmente el trabajo de una suerte de "punción social" con el solo sentido de extraer de este fluido un momento, un instante, un fotograma del caos añorado. Por ejemplo, refiriéndonos al artista o, más específicamente, al poeta: para llegar a escribir sobre determinados estados de ánimo ¿es necesario que se exponga ante las situaciones que lo llevarían a, -probablemente-, hacerle sentir estos "ánimos" y así tener la autoridad de poder escribir: "yo estuve allí"? Sin embargo, inevitablemente, lo anterior me lleva a concluir que no sería más que una forma acuosa de "performance", una especie de turismo emocional.

Por contraparte, está esa experiencia que nunca llega, la situación arisca que el artista (el eterno adolescente) busca con ahínco, casi con vehemencia, en cada mueca o gesticulación, ya sea en sus propios sentidos o en el de los otros; lanzarse a hundir los pies en las piedras de la otra orilla para corroborar si existe una pequeña alteración del orden mundano, para que -si la encuentra-, pueda extraer de allí el caos deseado, aquel horizonte del deseo, que se le presenta tan esquivo una y otra vez.

Pero resulta que a veces solo hay quietud. Nada más. Y esto, al poeta Langston Hughes, le aterra:

How still,
How strangely still
The water is today,
It is not good
For water
To be so still that way.

Fernando G. M. es un labrador que ausculta el terreno, y deja dos advertencias muy claras al entrar en el libro: el epígrafe citado de Hughes, y el proemio: un poema suelto, la escalera a un subsuelo que no se sabe muy bien qué es, pero se deja entrever con su lectura que él bajó ahí, habitó ahí y -luego de la lectura entera del libro- me atrevería a decir que logró adquirir el visado completo, este que te permite entrar y salir de las fronteras del miedo; aunque el proceso sea largo, tétrico, divertido y no exento de tiempos muertos. Porque ya desde lo que nos incita a deducir Hughes con estos versos "out of fear", es que: -como es raro que esta agua esté tan calma, entonces debemos tener cautela porque esto no puede traer nada bueno (es curioso que "still water" se traduzca como "agua sin gas"). Pero Fernando -y aquí, desde el principio la escritura es muy hábil, porque juega con la curiosidad-, implícitamente nos tienta, preguntando ¿qué tan malo podría ser para ti, lector, entrar en esta lánguida mordaza?

Cuídate del agua mansa ganó el Premio Alegría 2022 del Ayuntamiento de Santander, "por el poder de sus imágenes, la literalidad, y su manera de partir desde lo concreto para elaborar un mundo lingüístico e imaginativo que lo acerca a un perfil irracionalista. [...] En ese proceso, destaca el valor alegórico del agua -cualquier acontecimiento sucede en su transcurso-, que determina el ritmo de hundimiento y afloramiento de la misma existencia.

El libro es un viaje desde episodios íntimo-familiares a sustratos que están en las capas más olvidadas de nuestra cotidianidad, que pueden llegar a parecernos surreales. En los versos de Fernando G. M. a veces el Qué es relevado por el Cómo, porque estamos ante alguien que sabe exactamente cómo construirlos, y desde aquí darnos la idea de estar situados en lugares desconocidos, trayéndonos a boca y jarro algo que siempre estuvo allí frente a nuestros sentidos, pero que un visitante o paseante habitual no es capaz de verlo fácilmente. Escrito de una manera hábil, sin que el lector pierda el interés o el foco de la atención, Cuídate del agua mansa es un libro que se sostiene en toda la lectura, lo que en poesía (y en literatura en general), no es fácil.

En cuatro secciones, el poeta logra introducir los temas principales que lo tientan desde el principio: la memoria, el habitar, el viaje, el retorno, lo simple, lo eterno y -como no- la abrumadora quietud. El lector podrá decidir si el agua mansa (o quieta) oculta algo más por debajo. O es su irreverente estado estacionario, sin más.

Selección de poemas de Cuídate del agua mansa,
de Fernando G. M.

entrada al subsuelo

Hay una puerta aquí donde está escrito puerta que bien podrás cruzar surcando el nombre. Hay un paisaje en blanco tras el umbral un curso de agua que dibuja un camino un rumor de piedras arrastradas, una voz remota una ronda de niños alrededor de una serpiente. Hay un pozo que se seca apenas lo miras cuyo lodo forma rostros que te miran. Hay montañas surgiendo de un hilo de arena un mar desbordándose en un cántaro. Hay una región entera que creerás interior de geografía innominada y geometría imposible podrás llamarla como quieras, decir esto es mi territorio a la deriva: poema. Hay un refugio en llamas al que podrás entrar como un jugador que vuelve a la partida.

hormigas
I

Las hormigas trazan los nuevos senderos del verano. Yo espero a que suban a mi mano y me señalen la ruta hacia el lugar. Espero a que el calor ponga fin a la amenaza: granos de azúcar flotando en mínimas pozas sobre la mesa, témpanos de otra era, de otra escala en la cocina. Las hormigas conocen bien el oficio coordinadamente dispersas surcan el territorio, las inmensas llanuras y los montes, los valles, las riberas dudosas de sus mares. La hormiga ahogada en el trayecto, mírala así flotando en una lágrima tal vez solo sea una tragedia parcial una apreciación dramática desmentida por la hormiga misma que carga con su hermana devuelta por las olas su cuerpo reluciente como un fósil en el centro nítido del grano. Busco las palabras adecuadas que no traicionen su fugaz empresa su verano extremo, la búsqueda del paraíso escondido al interior de un azucarero de madera: escalar, escalar, conquistar la cumbre contemplar, al fin, la incógnita el alimento y el lujo sin retorno la tierra de diamantes.

cementerio del sudoeste

Subir al cerro un domingo, atravesar el bosque con cuidado de no caer por grietas, desviarse de la ruta principal, evadiendo el rumor pero no su rumbo, hasta llegar finalmente a destino: un portón con candado, una palabra atragantada en la boca de los muertos. Y así como el cielo mezcla sus colores rojizos a esta hora, atravesado de gaviotas indecisas, círculos que no terminan de cerrarse, tránsitos que no pueden acabar, si acaso comenzaron en un punto que podemos llamar el principio. “No era lo que esperaba”, y de pronto te descubres esperando algo, si no una puerta al menos algo así como un portal, un paso abierto entre cipreses que aguardan, como el guardián de Kafka, a que hagas tu pregunta y que nunca te atrevas. Diferir la decisión, el punto aparte: la marcha podría continuar, si no fuera porque una culebra bastarda se enrosca en la rejilla oblonga del resumidero, incitando peregrinos pensamientos acerca de los ríos que llegan a dar al desagüe. Pueden venir a verla, saltar el muro y recitar viejas coplas sobre la vida y la muerte: quedarse aquí, a plena luz menguante, bajo una estatua que guarda algo irreconocible entre las manos, corroído por la sal y la humedad.

LA ÚLTIMA ESCENA (siete cantos contra el fin)
V

Tremendo temor a la nada casi más grande que la nada misma: esa dulce anestesia de la que nadie vuelve (no para contar algo, al menos). Estoy aquí para invocarte: modulo palabras germinales bajo el sol hoy que al fin salió y me dejó ciego, en blanco, como si dentro, tras la espalda de la mente, la memoria de todo lo vivido se retorciera en un papel quemado hasta volverse ceniza. Estoy aquí para pedirte: sálvame de ti. Es decir: sálvame de mí. Es decir: para, ponte, arranca el clavo del retrato y habita este forado. Es decir: cansado estoy del muro ¡quiero ver! Bah, si no eres más que otro nombre, otro hombre nadando en la fosa colmada.

PIEDRAS DE FONDO
VII

Esta piedra oscura de forma irregular se resiste a ser partida anda quieta, rueda dibujando una historia serena como foto en movimiento esta piedra carga una derrota y una victoria a la par esta piedra es un monje impaciente esta piedra tiene grito contenido en esta piedra de fondo estoy.

cristian jara toro (Valdivia, 1979). Ing. Acústico por la Universidad Austral de Chile y Editor por la Universidad Pompeu Fabra. Trabaja como asesor editorial en su estudio manodelibros.

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