# 4
La voz baja, el oído fino, los mínimos contactos, el suave desplazamiento de un cuerpo a otro. Hay algo en los versos de Andrea Cacace que pide una escucha diferente, una atención al lenguaje en movimiento de lo orgánico, como si el poema fuese una hormiga que traza su recorrido entre espinas. Pasen en silencio por el bosque de estas nuevas correspondencias.
Eucaliptus
*
pensé oírte pero era el bosque tu voz: la rama que se resquebraja pensé oírte, el verde el cielo, verde el aire, verde un pájaro, tu voz el movimiento del latir suave de mi vena frente a tu voz soy esa hoja en la rama esa de ahí la que tirita*
pedazos de cáscaras blancas esta pared que reviste mi cuerpo la roca lastimada y entremedio, musgo pedazos de vida mínima mi sangre es marrón y cuando llueve, se espesa hablo en eucaliptus un idioma que ya no existe*
ponerte en el centro de un desierto de arena roja fingir que nunca has nacido que solo tus glóbulos oculares pululan como órbitas posarlos sobre el torso esquelético del arbusto que se conforma con que el viento moldee su cuerpo descubrir que hay tipos de césped sin nombre científico anónimos pero hoy, clamarlos verles las arrugas marrones en la piel, a las hojas escuchar la sed de las ramas decrépitas perdonarles su muerte fotografiar el miedo de esas flores con pinches preguntarles cómo es haber nacido flor sabiendo que nunca serás suave
Andrea Cacace (Buenos Aires, 1988). Es licenciada en Arte Dramático (USAL, Buenos Aires) y actualmente cursa el Máster en Gestión Cultural (UOC, Barcelona). Publicó su primer poemario titulado El deseo (Alción, Argentina, 2022). Actualmente se encuentra trabajando en su segundo poemario y un proyecto de narrativa. Los poemas de esta selección son inéditos.