# 4

saranchá

Atisbos de literatura iberoamericana

MARINA BLÁZQUEZ

¿Qué esperan las que esperan en un mundo posterior al mundo, postradas en una gasolinera en mitad del desierto? ¿Qué formas monstruosas se dibujan en la soledad de ese paisaje? ¿Qué idioma adopta la alucinación en el vacío? ¿A qué tipo de comunidad se ven ellas mismas arrojadas? Con una lengua afilada e hiriente, que recuerda mundos tan dispares como Mad Max y la poesía de Gamoneda, en estos poemas Marina Blázquez construye una atmósfera posapocalíptica en donde el deseo resiste (y se goza) en la aniquilación.

Vienen por la carretera soplando quimeras

Les animaux impossibles issus d’une
imagination en folie sont devenus la secrete
nature de l’home.

Foucault, Histoire de la Folie

Todos pensamos que la mutación tomaría algo de tiempo,
pero no.
Tienen cuerpos de sapo y la cabeza peluda.
Andan con sus penes de hiena
y el vientre embarazado fuera de sus barrigas.

Ayer vimos a una vaca venir

Vino una vaca a través de la carretera desierta. Estábamos sentadas en el cemento con otro manual a los pies y una señaló a la vaca. Qué es eso dijo, porque nadie había visto una vaca. Todo el tiempo había pasado desde la última vez. Dos muchachos se metieron corriendo en la casa. El resto nos quedamos a ver qué hacía la vaca. Yo me pregunté por qué la vaca no caminaba por el pasto y sí por la carretera. Pero me di cuenta de que no había pasto, entonces qué más daba. Estaba flaca y somnolienta, o moribunda. Caminaba muy despacio. Las rachas de calor le hacían estrías en la piel: una vaca-cebra. Todo es posible en este momento, pensé. Me acerqué. La vaca seguía su lenta marcha hacia delante. Cuando le toqué el lomo, se desplomó, como todas nuestras ilusiones. La arrastramos hasta la parte de atrás de la gasolinera y estuvimos comiendo carne durante tres días. Danzamos alrededor de la vaca celebrando su muerte. Me recordó el caballo esquelético de algún cuadro desaparecido para siempre.

Solíamos tener alucinaciones

Las setas, las pastillas, la heroína eran la moneda de cambio esos días. Y todos los que llegaban traían. Había caras extrañas en el cielo. A veces eran aviones que se estrellaban, pero otras eran dragones, ángeles de pechos preciosos, y preciosos órganos sexuales sin género. Nos quedábamos embelesadas contemplándolos y no podíamos dejar de masturbarnos.

Hablar qué es hablar

es comer las cosas sin comerlas es tocar el agua sin tocarla es divertido decir agarro el agua pero no hay agua y mis manos están vacías ella dice él dice elle dice decimos nosotras decimos nosotras? nos miramos el anarquismo el individualismo el comunismo tú miras yo miro ¿nosotras miramos? hablar qué es hablar es comer las cosas por su nombre es tocar el césped sin tocarlo es decir shhh es alejarse de lo divino aaaa ¿nosotras nos miramos? tú miras yo miro ahí miran se señala ahí hay algo que mira le dices mira ahora tan solo un animal muerto vemos nuestras manos sin ojos ¿Quién ve? Tú no ves Yo no veo ¿Entonces señalamos? por qué no despalabrar el tacto que el ahí todo sea cuerpo.

Amontonadas como una niebla

Amontonadas como una niebla que se levanta en la madrugada. Cruje la tierra seca bajo nuestros pies. Ningún estatuto ni ningún pacto. Son graciosos los pactos, se confía mucho en ellos, son curiosos. Cuando nacimos nos dijeron que había muchos pactos solo por nacer. Nos enseñaron a decirlos, a leerlos. ¡Lo peor es ser analfabeta! Con el páramo escrito por la niebla como un velo inocente. Importa mucho quienes somos. ¿Quiénes somos? ¿Os imagináis que nos pegásemos y nos matásemos por poseer este páramo? ¿Decir solo renunciaré a mi fuerza para apoderarme de lo tuyo en la medida en la que la sociedad garantiza que tú renuncies a la tuya? Imaginaos que hiciésemos una guerra muy grande que nos matásemos, que nos pariésemos de nuevo, matando a nuestras hijas enfadadísimas, matándonos nuestras hijas muy enfadadas, que dijésemos que en esa guerra aprenderíamos toda la verdad de las palabras y la agudeza de los pensamientos y todas venga a matarnos con nuestras navajitas, con nuestros cuchillitos y el páramo venga que venga a regarse de sangre.

Entonces nos lamemos

Entonces nos lamemos tiradas en el suelo de cemento a temblor. El tiempo se mide en las percepciones del calor o el frío, en el número de mantas, en el sudor que nos rodea. Antes no entendíamos el dolor. El dolor era una curva larga que se volvía inexistente. Nuestra incomprensión de él era también nuestro miedo. Nos alejábamos en perfiles contrarios. Nuestras manos solo leían superficies. Entonces no entendíamos el placer. Hemos tenido que dejar atrás extremidades, devenir serpientes, nuestras encías expuestas para descubrir el reino de la oscuridad mullida. Los miembros asoman y se ocultan. Fuera y dentro solo una caverna existe.

Marina Blázquez (Villanueva de la Serena, 1993). Es graduada en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Cursó el máster en Estudios Comparativos entre Literatura, Arte y Pensamiento en la Universidad Pompeu Fabra. Ha publicado Tocador (Ed. Paralelo, 2017). Sus poemas han aparecido en diversas revistas como Casapaís, Carcaj o Vallejo&Co. Durante el curso 2022-2023 fue becada en la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores para realizar el proyecto Poemas escritos en una estación de servicio. Su poemario, Un museo arqueológico, ha recibido las Ayudas a la Creación del Instituto de la Juventud para el año 2024.

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