# 1
¿Dónde habita lo poético? En su libro «Los nombres propios» (Caleta Olivia Ediciones, Buenos Aires, 2018) Flor Braier le devuelve esa dignidad poética a lo cotidiano, demostrando que una epifanía puede atravesarnos en los lugares más insólitos: mientras viajamos en un taxi, o nos hacemos un examen en un hospital con ventanas lo suficientemente grandes como para mirar la apertura del cielo.
Poesía justa, precisa, fresca, que emula el diálogo que puede haber entre una amiga que está a punto de parir, y la otra amiga que permanece en el tránsito y la inundación. Aquí una pequeña muestra de esa artesanía del ojo y la mano que lo escribe.
Empezar a darle guerra al bicho torito que se come las raíces del jardín aplacar lo ríspido en las llamadas larga distancia ¿traficar más imágenes, menos palabras? Recordar nombres propios, anécdotas que armen un sentido ilusorio de unidad consultar para eso a Claudia antes de que sea mamá y acceda al otro lado de las cosas comprar olla pequeña mirar el pronóstico y en caso de ser negativo destender la ropa sin vacilar invertir prioridades describir residuos del sueño sin pretensiones literarias: el agua las flores el gato el vampiro-bebé lograr una presencia menos intensa más difusa en el trabajo y en el mapa familiar abandonar la idea del orden oriental evaluar colores para pintar la reja de la ventana pero sobre todo empezar a darle guerra al bicho torito que se come todas las raíces del jardín.
Un día me despierto y el agua me llega hasta las rodillas los libros ondean como peces de río una bufanda nada a la deriva la vajilla se hunde solo flotan las tacitas chinas ya es tarde para salvar el manual de insectos que es parte del fondo marino y yo que quería hacer tantas cosas ser bailarina esperar el tren en polainas estirar el brazo como un junco por arriba de la cabeza caer siempre bien parada impuntual pero esbelta rota pero esbelta.
Nadie se fijó en la tristeza que tiene en las manos la señora que atiende el bar con nombre extranjero triste que un bar se invente un nombre tan incómodo pero ese no es el motivo de las manos tristes de la señora seguro que a mí también me pasa y nadie se animó todavía a decirme en qué parte del cuerpo llevo puesta la tristeza pero ahora pienso en este día como una superficie blanda aunque hace frío y todos caminamos apretados la ternura es esta fila de mochilas como caparazones caídos sobre las espaldas de Nacho de Camilo de Violeta la vuelta a casa en la ventana del taxi el sonido áspero de la radio hablando de sensaciones térmicas.
No sé si vale la pena nombrar ese sentimiento que vi desde un sexto piso cuando dejó de llover esperando resultados de pi pi piiii pi piiiii pi poum poum una tomografía computada estaba sola y un amigo me esperaba a cenar le dije estoy en el hospital, urgencias él dijo bueno hago otro programa en ese momento las nubes se abrieron paso resignadas, te juro a través de la ventana de la sala de espera que tenía algunas zonas más sucias y otras más cristalinas.
Flor Braier Kantor (Buenos Aires, 1979). Socióloga, poeta, música, y actriz. Publicó Bambalinas (Editorial Vinciguerra, Buenos Aires, 2008) y Los nombres propios (Editorial Caleta Olivia, Buenos Aires, 2018). Como realizadora y performer hizo Disastro. Ha compuesto, entre otros discos, Nit (2017) y Duermen los animales (2019). Actualmente cursa el postgrado de Traducción Literaria (UPF-BSM) y coordina un laboratorio de Poesía oral y performance junto a Gabriela Bejerman.