# 1

saranchá

Atisbos de literatura iberoamericana

MATÍAS ÁVALOS

¿Es el poder algo intrínsecamente humano? Los humanos no llegan a un acuerdo. Mientras tanto, los no humanos insisten en sus formas de organización, de violencia y convivencia. ¿No será que hay un germen insondable, la vida, cuyos oscuros mecanismos nos hermanan? A través del recurso renovado de la fábula, en estos poemas Matías Ávalos se lanza a las afueras del lenguaje en busca de un decir animal que responda o, al menos, plantee preguntas nuevas.

Perro

I

Las moscas son metáforas de molestia
dicen quienes no vieron tu pata
ser devoradas por estas máquinas impiadosas.

Amigo perro 
ante esto no se pude sentir 
algo distinto a la ternura 
asustado y agradecido
me empañas con los ojos el miedómetro
mientras las moscas comen, comen
y se me partiría el corazón te lo juro
si me hubiesen dejado un poco.

Agradeces pero
¿En qué momento van al baño?
¿En qué momento oxigenan sus fauces?
Si según tú alivian el dolor ¿cómo limpian
las herramientas con las que te esculpen?

Amigo, la satisfacción también 
tiene cara de hereje
y como habrás notado  las moscas 
son una cosa bien concreta
como la desaparición de tu pierna.

II

Amigo perro 
no des por hecho a la serpiente
no lo hagas con el yacaré o el mirlo
ni con la paciencia del cóndor
ni con la aparente mendicidad de las palomas.
Piensa dos veces antes de comer cerca
de una boca de tuberías, reino de roedores.

Y si vas a confiar en un gato
hazlo a conciencia
y si vas a confiar en un líder
hazlo a conciencia
y si vas a confiar en ti mismo
pínchate las yemas  quémate la lengua
al menos tres veces en la vida 
para asegurarte de que lo hiciste a conciencia.

Recuerda que los muertos tienen 
derecho al abono, pero no a la réplica
que hay seres que les quitaron todo 
que no les queda nada
que perder.

III

A la plaza del mil quinientos después de Cristo
hecha de piedra volcánica
quítale sus adoquines negros
y a la iglesia de la misma época que corona la plaza
quítale la piedra esculpida de sus portales
los frescos que decoran el ingreso
las velas con sus aceites
los doscientos bancos que completan los cincuenta metros hasta el altar
su cristo negro y su virgen negra y sus negros ángeles con su barniz
también los panes de oro de las paredes que los contienen
sin saber nunca, amigo perro, si los honran u ofenden.

Quítale a esa iglesia los retratos enmarcados en oro y rubíes
en zafiros, en amatistas, en diamantes del techo
los frescos que custodian la fila de confesionarios
las imponentes tumbas de Jefes de Estado
cuya lista inicia con el primer español que pisó América.
Quítale las viudas y los padres que lloran a sus hijos
las tejas de barro milenario que cubren el techo
con su color de lengua proscrita.
Luego haz desaparecer la ciudad.

Que no se salven las estatuas 
ni los vendedores ambulantes
ni los turistas ni quienes les roban escupiéndolos
no te detengas ante lo que los ingenuos llaman naturaleza 
nuestro implacable y desmesurado reverso 
haz desaparecer los cerros 
riega desaparición en los ríos
en los lagos que replican el sol y su fuego original
desaparece al volcán y su indiferencia.

¿Ves qué alivio da el blanco absoluto?
dirígete a él. 

No pienses en tu pata   ni tu lomo 
ni en el zumbido de la nube que te cubre.

Bendito sean los infelices
que por ley de proporcionalidad
luego de una vida y una muerte miserables
les corresponde una recompensa a la altura.

Trabajador de la oveja y la vigilia
compañero valioso de las fogatas
traductor de los lobos, primer amigo
sea tu cuerpo abono del futuro.

Matías Ávalos (Quilmes, Argentina, 1989). Escribió y montó el drama Niñitos Furiosos (Buenos Aires, 2016). Publicó los libros de poemas Todos juntos estamos solos (Hojas Rudas, Santiago, 2018), El fin del maltrato teórico (Lumpérica, Lima, 2019) y La estrategia de las medusas (Trizadura, Santiago, 2020). Vive y trabaja en Valparaíso, donde escribe reseñas y artículos para el suplemento de literatura La Palabra Quebrada.

« anterior

siguiente »