# 4
© Julia Toro
Cuando se llega a pensar que todo está perdido; cuando se es el cisne que nada a contrapelo, con el cuello en un hacha y los ojos saltando sobre las manos; cuando la madre miente y los invitados al festín giran la cabeza para no ver; cuando todo el amor del mundo no basta y se termina cantando bajo tierra; cuando se abandona el camino de los Tellier, los Oscar Wilde y los Mahler; quizá no quede más que volver a esa lengua por todos temida, a ese camino del ditirambo para entonar un grito fúnebre, un discurso de despedida a todas luces imposible. La elegía para el amor muerto, el poema para decir siempre no, para una vez decir sí.
No pensaste tú cuando besaste la mano, aquel girasol que esa mano te daba,
sabor de aceite, riquísima, amarilla de enfermedad, ¿qué te decía esa mano lavada?
Pedro Montealegre
ahora que estoy atrapado voy a decirte, la mano no tiene tiempo para imitar las agujas, la delgada tormenta que se expresa, una vocal con la que nada hubiese comenzado. se cometen errores, llueve en el tiempo y en la tierra llueve, el árbol crece en la provincia oscura. ahora que la rima de tu amor no se solaza abre la opacidad del fruto desde dentro, bajo la arena silba el eco, la lengua envuelve la rama antes que caiga a la antigua incoherencia, un cuerpo que exhala luz y la destruye, dentro del corral falsas minas, pulmones dibujados como silueta que acaba en el polvo, se arrastra entre los camalotes que huyen del abstracto. ahora que canto hacia ti voy a tomarme por sorpresa, las rocas esconden un junco torcido, y más allá tu nombre, la casa abierta, la extremaunción de los postigos, y más allá la ojiva, la hogaza que muerde, el cornezuelo, el charco que comulga lo invisible, la estrofa que hiede a carne henchida, la rueca con el pecho tonsurado, la armadura gozosa donde no es tan difícil ser el demonio. sueltas una bocanada, no sabes escucharlo, anclado el reloj, las tijeras se escapan con los lienzos, el codo en fuga, el gancho, las tenazas dan un par de vueltas más a la bufanda, allí el diluvio pacta con la arcilla, el alfil con el ojo esmaltado, allí la costurera nieva y sonríe, y allí se desvela, ah qué día más siniestro para visitar el país de las apancoras y los bronceados estandartes y los pastizales de cilantro. a veces, sólo a veces, la buena educación suele confesarse al oído: cualquiera de estas noches volveremos a ser alemanes y nuestras mujeres no se atreverán a doblarnos la mano. wir wussten nichts davon, früh am morgen erwacht unser städtchen. es verdad, a veces se cometen errores, llueve en la tierra y a veces en el tiempo el árbol crece, como estaba previsto. primero la luz, primero el verbo, antes que nada un poco de sangre fría, la hija y el padre se lavan las manos después de las últimas crucifixiones. primero los que me han abandonado, primero los que no saben lo que hacen, la voz de los testigos, la piedra sahumada donde dio a luz el verbo y lloró, incluyendo a las mujeres y los niños. lo que no puede ser, lo que comienza primero con la risa de sara en la cocina, no eres mi madre pero eres el barullo en la casa de las mejillas, el ramo cortado en el predio de las triangulaciones. eres lo que digo mientras caigo al abismo, entonces eres una celosía sobre las medusas del estuario, sobre el dintel del hambre el pan oculto por los gorriones de la muerte, las fosas ecuestres seguidas de cerca por las fosas de luto, la buena voluntad declina el impulso floral de los mármoles. mira, mira mi amor ahora como una res postrada, abre el dedal, quiero sentarme alrededor como si hubieras muerto en tu cama y tuvieran pies los zapatos de tu alma. cuéntamelo otra vez antes que te delates, bajo el costal del sol los bordes sucios, la luz conscripta, el río tostado, la estrechez de la mano desmenuza su lámpara, la mujer aúlla, la mujer quería ser esclava, quiere cavar tumbas en todas las esquinas, conversar de noche con los instigadores de la música, tal vez un poco, sólo un poco, antes que se apaguen las siluetas de tiza y los pilares se borren de los paredones y las arcadas se escabullan para siempre como si nada de esto hubiera sucedido. cuéntamelo otra vez, el agua duerme, el viento afina lo imperfecto, la joya, el fusil, los jardines de nieve, los ritos de paso, no tienen tiempo, uno a uno los muros caían como por milagro, empapados en sangre y en leche, el tesoro agoniza sobre el neva, hija blanca, fuego de las carabinas, no sé cómo decírtelo, no tengo tiempo, tengo tu pelo apacentado por los estibadores, el humo le da cuerda, se atraganta, la tierra recibe una invitada de honor, esto es lo que entiendo por un buen discurso de despedida, la imitación del rugido en el dintel de la escarcha, la fina graduación de la casuística tiende a exhalar algunas conclusiones: siempre hubo tiernos invitados en casa, giraban alrededor de la máscara, seguían el pie de la letra, el susurro apegado a las tablas. primero los muertos, después el asma de los acorralados, antes que nada un trono que juzga sin morir y no tiene sede en roma, las cigarras, los ratones peregrinaban por el escorzo de esa lengua largamente temida, los orgiásticos rizos, la barba experta en los retratos, la artillería quebradiza aún no ha ennegrecido las ciudades. cuéntamelo otra vez, mira qué costra has tejido tan crispada, solemne. und jetzt aber fühlen wir zu traurig, die kinder in einem kreis herum mit lachenden hände. decirte, óscar wilde decía, el alcohol ingerido en suficientes cantidades produce todos los efectos de la embriaguez, imposible convencer a la unidad de lo contrario, el ideal naufraga cuando no lo aborrecen, ronronea, se burla de las incandescencias, de los sustratos, de los embriones, igual que un esclavo, igual que una mujer varada bajo la luz varada de los predicamentos, el sumidero donde va a parar el principio redentor del pleonasmo: anacreonte, safo, teillier y unos cuantos advenedizos al rubro dieron visto bueno a sus lágrimas. primero lo que somos, antes que nada los adulterados secretos del amo. primero los cipreses, los crespones, primero el gorgojo, las estrellas podridas en lo informe, poco por qué morir y mucho ruido para llegar a las tablas, con cierta valentía deberíamos recorrer estos caminos llenos de ditirambos. escupe tu amor, dijeron, tu amor no sirve para nada, azótalo, reviéntalo contra los roqueríos, tu amor se bate sin sustancia junto a la cruz del señuelo como una galería que hubieran lamido los fantasmas. wir wussten aber nichts davon, gar nichts, niemals etwas falsches zu anderen machen. alguien abre los ojos, en otra habitación alguien los cierra, el cordón umbilical del poema se contrae, enhebra una costura de miradas, en el puerto las luces se dilatan, cierran el portón, el abismo se abre como una almendra esquiva, altísimo estertor, olas y fuentes, escucho pasos, sigo el silbido del piano entre las hojas, el tordo conmovido acicala las nupcias del opaco nogal con la cantina de invierno, el murmullo abisal, el siseo, la sed del que colgaron, lo acicala el escote, la boda lo acicala, la avenida, el arroz, el perro que rebobina y saca la suerte, los garantes del cuerpo tras el mazo de cartas, la prevaricación, las estancias, las familias, todo el amor del cielo para terminar cantando bajo la tierra. die kinder verabschieden sich und nehmen den zug früh am morgen. hoy que vuelvo a cantar hacia ti se abre este almanaque de estambre, este sábado hay libro en cada orificio del sueño, pesan en cada sinagoga los frutos con que mintió tu madre, el agua no borrará las huellas, moja el labio en la arruga, moja un dedo en los labios, parece que escampa, parece volver, alzarse en las guaridas, difícil que afeite su corona de escombros, difícil que siga a las marmotas y a las madreculebras que te siguen y a las focas que vienen de apolo. es difícil volver, consentir el azogue y enhebrar la mentira con que están saludándote los espejos del mundo. cae la nieve como un relincho sobre la saciedad de los andes, un objeto sin rumbo espolvorea pan sobre mis huesos, como quien oye llover el árbol crece, el cielo se amontona, la tierra canta erguida entre señuelos y tinajas. cae, se desnuda, arde en la veste el espejismo, el oscuro temblor, la existencia sobrenatural, interminable, la rueca cenital del árbol mágico, la cumbre, la calima, la cal mojada, el hueso del poliedro inmortal, el colmenar de la madre se arrastra en la escritura, parecía una isla, los hijos también preguntaron por nadie. wir wussten aber nichts, gar nichts davon, mit lachenden hände, die vernichtung der jüdischen rasse in europa. es difícil saber, le doy vueltas y vueltas, los labios pesan, los ojos pesan, los cuerpos se deshacen. escupe tu amor, me dijo, ahógalo en los pozos, estréllalo contra los enrejados, podías escucharlo en cualquier radio el treintainueve: soy la cáscara del huevo, soy el trigo entre los dientes de las bestias, el canto dentro del horno en llamas, el rumor, el oleaje masticado, la reina que desfila con el cuello en el hacha, la minúscula lente donde están los intrusos con sus dedos afeitando las armas en las catacumbas, un tal vez lo deporta al bosque de los muertos, los muertos ya saben que se acerca el tal vez, el asfalto, las sonrisas ya saben que viene el proceso, las sonrisas, el destello, la raíz inundada, ese sol del mundo moral que recorre los parques con vergüenza. han vuelto con vergüenza, han vuelto los recién engendrados, una cama repleta de espejismos, un salterio contra mareas altas, auscultan la caída, la última noche sobre el muro, die vernichtung, die lachenden händen, los adeptos han vuelto, la carraspera del tono, la astucia del gran angular, la terraza del ojo se arrodilla, y en la tierra un árbol, el árbol, el anciano, el reverendo padre de los huesos. dijeron, río de amor, carne de la vendimia, tu amor no sirve para nada, las compañeras aprendieron a limarse los botones, a desclavar visiones en el ágora. amarrado, sentado en una orilla, al río lo mordisqueaban los perros, los chanchos, todo el santo día la noche entera llueve, llueve en el tiempo y la cintura sueña tras el retablo su abanico, el cisne se mueve a contrapelo, sin mover un dedo el bajorrelieve se esfuma, singladura hecha de espuma quiebra en el junco su mortal remedo, la torre terca se desploma, una estela en el cielo, una redoma, en el oído de los altavoces un beso amarillento, malgastado en el barro, unas polainas sucias al interior del eco, sedosos pero estrictos los álamos, más sedosas, invictas las estrofas del himno, así es como se pudre el cuero de parsifal, los bronces sangrientos, la dentadura cilíndrica se abotona al uniforme de la música, se derrama en el piano de tierra, los pasos retroceden, se derraman, la hija ilegítima de liszt se pone incómoda con las partículas de mahler, früh am morgen erwacht unser städtchen, y el banquillo se agita entremedio. sin terminar, asimétricas, libres, masticadas como cortinas, antes de tiempo arrojadas a sediciosos bailes, por su forma las personas que se despiden parecen hebreos. he llegado a pensar, a veces, que todo está perdido, que podría ser cualquiera. río de amor, pupila de los ángeles, siempre digo no para una vez decir sí.
Este poema es parte del libro Flores para alimañas (Ed. Aparte, Chile, 2023).
Javier Bello (Concepción, 1972). Ha publicado los poemarios I decided to dissolve (Hong Kong, 2017), No es traducible el hueso (Lima, 2016), la antología Exhumación de la Fábula (Albacete, 2016), Los grandes relatos (Santiago, 2015), Estación noche (Santiago, 2012), Espejismo (Santiago, 2010), letrero de albergue (Huelva: 2006; 2ªed., Santiago, 2007), Las jaulas (Madrid, 1998), entre otros. Ha editado los libros críticos Winnét de Rokha, El valle pierde su atmósfera (2008) y Diana Bellesi, Persecución del sueño. Antología poética (2006), entre otros. Fue becario de la Fundación Pablo Neruda (1992), y ha recibido los premios de primer lugar en los Juegos Florales Gabriela Mistral (1994); un accésit al VIII Premio Jaime Gil de Biedma (Segovia, 1998); el Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez (2006) y el Premio Pablo Neruda (2007). Actualmente se desempeña como profesor del Departamento de Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.