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Atisbos de literatura iberoamericana

El pensamiento del lugar

por Fernando García Moggia

gino bailey (Viña del Mar, Chile, 1985) es sociólogo de la Universidad de Valparaíso y magíster en Geografía y Procesos Territoriales en la Universitá Degli Studi di Bologna (UNIBO), en Bolonia (Italia). Candidato a Phd en Geografía, Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Se dedica a la investigación de las estrategias de vida y subsistencia en ciudades y territorios en la era de la catástrofe y el Antropoceno. Actualmente trabaja en la transformación socioecológica de comunidades tradicionales pesqueras y en las economías comunitarias.

felipe espinosa (Viña del Mar, Chile, 1985) es sociólogo de la Universidad de Valparaíso y magíster en Comunicación Social de la Universidad de Chile. Realiza docencia en distintas universidades en sociología de la cultura y comunicaciones, metodologías de investigación, entre otros. Ha investigado sobre las industrias culturales en Chile en los dominios del cine, el libro y la música. Realiza consultoría para organizaciones públicas y privadas en el ámbito de la salud, educación y cultura.

Gino y Felipe fueron directores y fundadores de la Revista El topo (Valparaíso, Chile) y en conjunto han publicado diversos ensayos relativos al campo editorial latinoamericano emergente junto al Boom del cine chileno. Libros en conjunto destacados: Aquellos libros que disfrutamos. Producción editorial y Best Sellers en Chile 2000-2012 (Stammhein, 2016), Valparaíso Ciudad Creativa, Reflexiones sobre Redes y Liderazgos (2012, editor) y Valparaíso en Tránsito: Perspectivas desde una Nueva Sociología de la Ciudad (El topo, 2011).

Los lugares, ¿qué son?, ¿cómo pensarlos?

Pensar los lugares es responder, al mismo tiempo, a la exigencia de darle un espacio existencial al pensamiento: un hábitat de relaciones concretas —humanas y no humanas— cuya dinámica lo alimente. Entonces, ¿qué son los lugares?, ¿cómo pensarlos? Esta es la pregunta que late bajo el recorrido argumental de La ciudad de los lugares posibles, bajo el apremio de una pregunta tal vez más acuciante: ¿cuál es su importancia para nuestras vidas en común?

Los autores nos dicen desde un comienzo que los lugares surgen como entramados complejos, escenarios de una experiencia encarnada en un aquí y ahora efectivo y afectivo. Por lo tanto, para pensar los lugares es necesario abrirse a su multiplicidad, acogiendo los materiales diversos que participan de la construcción de estos: dinámicas sociales y territoriales, herencias culturales y simbólicas, producciones objetuales y actos de habla que, en su interrelación, los gestan. No se trata de pensar sobre los lugares, sino desde ellos; una propuesta que, en definitiva, invierte la perspectiva globalista del modelo espacial de mundo que ha venido imponiéndose, como demuestran los autores, en paradigma hegemónico desde el siglo xv por medio de dispositivos planimétricos como el mapa. La confrontación teórica entre los lugares y el espacio, es decir, entre la experiencia concreta del lugar y la abstracción espacial del mapa, es el centro gravitacional de este libro.

La ciudad... comienza con un viaje genealógico de ida y vuelta en busca de referentes que permitan reevaluar nuestra contemporaneidad, en un gesto afín a las disquisiciones hechas por Adorno y Horkheimer en Dialéctica de la Ilustración. Así, el laberinto del minotauro presente en el mito de Perseo, con sus incontables quiebres y su ausencia de coordenadas geográficas, retrata el modelo arquitectónico de un espacio no racionalizado, propiciador de un habitar tan exploratorio como inquietante; o la embriaguez olvidadiza en la que vivían los lotófagos de la Odisea, incapaces de retomar la marcha para llegar a destino, que aquí representa un modelo poético de renuncia a cualquier proyecto de dominio sobre el espacio.

Junto a estos referentes míticos se van sumando experiencias antropológicas diversas y no pocas veces lejanas entre sí. La del pueblo aymara, por ejemplo, para quienes las coordenadas del tiempo se establecen a partir de la relación del cuerpo con el entorno inmediato, según las cuales el pasado acontece adelante. O la experiencia del pueblo nómade kawésqar de la actual Tierra del Fuego, cuyo complejo sistema lingüístico permitía componer palabras según la disposición espacial de lo nombrado, en su relación con otros objetos y con el cuerpo de quien lo nombra, así como según la intencionalidad del hablante.

A través de este viaje entreverado de referentes literarios y culturales, los autores van deslindando un modus operandi intrínseco a lo que llaman "la lógica del lugar", en donde la capacidad creativa de la nominación y el establecimiento de ritos y representaciones comunes se conjugan con una experiencia afectiva del entorno. Una "lógica del lugar" cuya función antropológica, no obstante, se ha visto menoscabada por la imposición de modelos espaciales verticalistas y abstractos —tal como el ya mencionado mapa y en general todo medio de proyección urbanística que opera a escala—, como sugirió de manera pionera Henri Lefebvre a través de su concepto de "espacio concebido".

Sin embargo, los lugares no son una utopía originaria; existen, acontecen a diario dentro de la ciudad, desde nuestros entornos más inmediatos como la vivienda; en el espacio público, como en ferias, mercados, puentes, plazas, parques; en locales apartados del trabajo, como bares o establecimientos nocturnos; en espacios colectivizados como tomas, okupas, huertos colectivos, etc.; pero también ahí donde se quiebra o interrumpe la "normalidad" de la ciudad, como ocurre en la protesta. Los lugares, nos dicen los autores, operan ahí donde un vínculo con el entorno se desprende de la lógica del valor de cambio y las equivalencias universales del signo-dinero, y por tanto responden a una operación singular de uso que conjuga formas propias del juego, el rito, el intercambio, la comunalidad y la autogestión de la vida. En la indagación de estos aspectos radica tal vez el mayor aporte teórico del libro, uno que abre las puertas para una práctica política que disienta radicalmente con los procesos de turistificación y gentrificación que estamos viviendo, así como con la máquina de guerra del actual globalismo que pone a la geopolítica al centro de sus intereses.

Inspirado en la sociología, la geografía, la cultura y el arte, este libro batalla por introducir el valor de lo singular dentro del pensamiento urbanístico, que ha tendido desde sus orígenes a establecer coordenadas geométricas de planificación. Para ello postula una teoría capaz de integrar diversas experiencias socioculturales dentro de una red común, con miras a ejercer resistencia contra los imperativos de la conectividad desmaterializada que propicia la actual digitalización de la vida. En ese sentido, los lugares son puntos de un gran entramado de formas de vida que pueden y deben colaborar entre sí ad portas del colapso ecológico anunciado con el Antropoceno, que ha señalado a la especie humana como responsable ya no solo de su porvenir, sino también del planeta y sus habitantes.

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