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Atisbos de literatura iberoamericana

Una lectura de “Otras ciudades están prendidas a un cuerpo inestable”, de Simón Villalobos

por Natalia Rojas

Simón Villalobos (Santiago, 1980). Poeta, docente universitario, editor. Autor de Edad oscura (AM libros, 2010), Voca (Piedra de Sol, 2011), Ninguna parte esta ceguera (Cuadro de Tiza, 2014), Los cercos (Armatia, 2018) y Otras ciudades están prendidas a un cuerpo inestable (Traza, 2024). Sus poemas han sido incluidos en antologías y muestras como Desencanto personal (Cuarto Propio, 2004), Lof sitiado, homenaje poético al pueblo mapuche de Chile (Lom, 2011), Bombardeo de poemas sobre Berlín (DIRAC, 2011) y En torno a lo innombrable (Pez Espiral, 2023). Participa del colectivo de escritores Traza.

tragué los puentes peatonales,
tragué una vida plagada de herrumbre

Xu Lizhi

OTRAS CIUDADES ESTÁN PRENDIDAS A UN CUERPO INESTABLE, esta imagen y la concatenación del libro me obliga a silenciar lo que quiero oír de un poema, me sitúa en un eriazo y sus po(e)tencias. Hay objetividad y aspectos propios en la poesía, estas se revelan en las imágenes, pueden situarnos en esa ciudad/poema. Esa ciudad que al igual que una pira presta al fuego, se instala para desaparecer-pronto-, sabemos.

Cada poema, una ciudad + un cuerpo inestable, un cuerpo inestable son varios cuerpos simulando una existencia. Cuando aparece el verso en la hoja, empieza el poema y el vacío de la hoja, habita la inestabilidad. Las cosas se posan vacilantes. Lo que está prendido, no solo se sujeta, se incendia, hace luz. Tras leer este libro, tengo la sensación de encandilamiento no de luz extraterrestre/solar, pues acá los cuerpos opacos explotan de luz fría. La retahíla de cosas haciendo sombra, moviéndose según la inclinación del sol/día. Día que en su fórmula es igual a la negada consciencia de la presencia, mas subsiste en el traslado y en el poema bifaz: no pensado/ sí visto. Día, se disimula en lo que pareciese suceder por fuera de la micro que traslada.

El poema anda apareciendo, se mueve quieto porque la ciudad se zarandea más. La micro no permite mirar con detención, por lo que este libro aglutina trayectos + otras ventanas, miradas retenidas por la poesía residual posada como luz fría sobre las cosas, es decir, trama de luces y objetos- sombra: Sor Juana en el Primero Sueño habita ese estar dual, la hablante nos muestra el proceso de caída al sueño en donde todo va perdiendo color en la medida que se duerme. La micro/el sueño, está más allá de la metáfora de la rutina, pues si miráramos detenidamente, no habría ciudad, por lo tanto, no habría por qué trasladarse. La micro es el objeto que nos aleja y acerca como la información del catalejo. La rapidez no solo es potestad del capital, a la rapidez nos la podemos apropiar, abrir su semántica y composición de símbolos. OTRAS CIUDADES ESTÁN PRENDIDAS A UN CUERPO INESTABLE, hace un poema que detiene el objetivo de llegar al punto final, vierte en el lenguaje de estos poemas un territorio liminal que nos religa entre lo que se habita y se piensa:

sobre mi hombro cruza y apenas toca el asfalto / el sol recostado un paso adelante / los asientos desfilan sombras // De las vainas revientas las puertas rugosas con el óxido / las malezas entre los ejes y otra vía / en la pantalla los pasillos de la persecución / cruzadas de un salto las vitrinas / rocían pastizales, estanques, las calles/ contraídas de un esquema

La suspensión la hace el poema. ¡Qué urgente es hacer escrituras que hieran lo que nos han dicho! En la distopía -no tan lejana- de la Parábola del sembrador, Octavia Butler escribe que nadie hace nada por apagar los incendios en las ciudades, es más, dejan que se quemen, pues no se atreven a gastar la poca agua que va quedando. Entonces, ¿por qué no hacer poemas que detengan el ruido y sobrepongan a este vacío un ritmo concatenado a lo accidental de esta geometría que enhiesta Santiago?

frente a un cuarto de sol / esquinado con la torre, la cárcel y el metro / la hierba en el bandejón a sesenta kilómetros por hora / se recuesta amarilla / hacia el umbral de los andenes / un minutero de sombra en los espejos trepa las veredas / lapida la yesca, voltea la página sin roce / se anega sordamente

Creo que nada de lo dicho de estos poemas podría ser pronunciado fuera de códigos poéticos, la poesía logra la denuncia y oferta un modo que implica dejar de hacer, por lo cual, el discurso/cartel no lo puede enunciar, se lo apropiaría el ritmo del capital, se vaciaría sin volverse fuego, es decir, luz. Si hay luz desde los cuerpos, se alza el hiato sobre el valle. Hay elementos del valle que me detienen. La nieve, su hielo, la hierba y el paisaje que se profiere como respuesta. Hace años atrás experimenté con algunas plantas y tomé apuntes. Diré poco acá, hay muchos prejuicios al respecto y yo no lo sé todo, sin embargo, quiero comentar algo sobre el ajenjo. Tras leer OTRAS CIUDADES ESTÁN PRENDIDAS A UN CUERPO INESTABLE volví a habitar esa sensación de unión de escenarios imposibles: como ejemplo, vi belleza en la herrumbre porque su agotamiento me mostró que algo se termina(ba). Me pasó algo similar con el ajenjo: un tiuque se comía a otro tiuque mientras crecía el cardo a la misma velocidad de la digestión del ave. Eso no pasó, pero lo vi. No aluciné con el ajenjo, mis estudios/experimentación tenían que ver con la proyección y posibilidad de entender un orden extramoral, un quiebre en el pensamiento occidental que sé que me sostiene y abruma:

La civilización occidental vive a crédito. ha creído que podría durar para siempre sin pagar en ningún momento la deuda de sus propias mentiras. Pero se ahoga bajo el aplastamiento de su peso muerto. Entonces, antes de llegar a consideraciones más sustanciales, es preciso comenzar por dejar espacio, por echar el lastre en este mundo, de algunas de sus ilusiones, por ejemplo, que la modernidad, como tal, ha existido. (Tiqqun, ¿Qué es la metafísica crítica?)

En voz breve. La idea de los elementos que componen, en cierta medida, al valle de Santiago une a este texto la simbología que se enfoca en los poemas de Simón Villalobos. Pienso en la nieve, es decir, el hielo: el agua como lazo entre la forma y lo informe; la altura como espacio de lontananza, las hierbas que precipitan las hendiduras del cemento, la sombra abierta a nuevas posibilidades, la velocidad, las distancias, la superposición de lo añorado entre los intervalos de cada vez menos sitios eriazos, su potencia y al poeta diciéndolo. Este libro traduce un escondite para mirar y guarecerse con lo último que resiste y que solo se poetiza conforme está siendo nombrado, podría ser un compuesto superlativo de este presente, una traducción al poema de la rapidez.

Algunos poemas de Otras ciudades están prendidas a un cuerpo inestable


***

Ves el cerro y en torno 
frasea el polvo Santiago extendida
entras por el norponiente 
o tu ventana entra
el cuenco de una mano sobresale
el estadio y las cuadras de Villa Olímpica
del otro lado los bloques donde esperan tus hijos
y entre laderas de migas en la sombra
supones la casa donde nacieron
el plano nublado de coraje se recuesta en el giro, deseas
reconoces, olvida el conjunto adentro
llenos de bolsas convergen densas filas 
entrelazan los párpados
cierran brotes, ruedan energizados
sueltos los contornos de las heridas

***

Lienzo con las nubes la nieve
en la ventana doble fijo el dorso apoyado o la sien 
desenfoca la cámara y ondea 
con el calor de la turbina
entre volcanes un lago bajo el vuelo
y otra vida imposible
la cadena de cumbres margina
los valles oscuros y secos se recortan
estrellada a mediodía con el sol 
las calles salen, atajan los ángulos
largas aristas de carreteras y el río

***

Di a mis hijos
vida, este suelo que irradie su hambre
un racimo hasta otro más alto, apenas 
la vista entre los muros 
si enlaza un espiral las distancias
por las veredas alegre
y nublado su canto a la hora de librarse 
tarde el día fuera de las tiendas enciende 
un puño de arena y hojas secas
se adelanta y adorna sus pasos

***

Esta ventana condensa la vía
sobre lechos saqueados los diques 
contra el frío de los que avanzan rectas afluentes 
interminables, tras bastidores 
el grafito del roce modal, el relieve 
apenas en la piel que se recoge
bajo el trazo la estrella o el asfalto
quebrado con las raíces 

La carcasa traspone los últimos muros
bajan, se esparcen 
en campos revueltos segados
campos ralos que suben vaporosos
entre silos y álamos y esteros los cerros
tibios cuando apoyas las yemas o el perfil
recostado que nubla la pantalla
los campos de óxido espeso
el ganado vertical en la humareda
los claros del lienzo que encima descubre
los giros de una cruz en escorzo 




Natalia Rojas. (Chile). Teje-planta, escribe. Publicó Pedernal en coedición Chile-Argentina por Cuadro de tiza y VOX Ediciones; Cardador (Aparte, 2019) y Dorso de una taxonomía (LP5, 2020) y en cooperación con la ilustradora científica Francisca Veas, Insectario Humano (Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2021) Retablo (XAGUAL, 2023). Sus poemas aparecen en diversas revistas virtuales, fanzines y en antologías.

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