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Este micro monólogo retoma, desde la novela de la misma autora, el último tramo en la vida de la “Pasto Verde”, una mujer de a pie, una de las no canonizadas ni mediáticas de la América profunda: adelitas, juanas, soldaderas, prostitutas, locas y mal entretenidas, por mencionar solo algunas. Nos explica Lilí Muñoz: “Un día a galope de caballo desde la confluencia del Limay y el Neuquén hasta Zapala, era la medida para quienes se aventuraban a caballo o en carro. La caballería antiguamente preparada para relevar el recorrido de la diligencia es la Posta de La Aguada, a medio camino, habría existido un puro pasto verde, en tanto peladar (campo verde desprovisto de vegetación). Pudo haber sido esta imagen un motivo para que a la ex cuartelera la nombraran Pasto Verde, en alusión al lugar que ella y su marido cultivaban. O tal vez se tratase de una metáfora, recuerdo de la juventud de la mujer que ahora ya cargaba años y canas, pero no menguaba en donosura ni en solidaridad ciudadana”.
Pensemos a Doña Carmen Funes, la Pasto Verde, en el último tramo de su vida, con 60 ó 70 años a cuestas, en un atardecer en Plaza Huincul, en la Patagonia Norte de Argentina, en las primeras décadas del siglo XX. Ella estaría en el interior de los ranchos bordeados de pircas en La Aguada. Cerca, el murmullo de un cañadón con su vertiente de agua dura y turbia, orillea la ruta de las carretas.
Adobe, piedra y paja brava formarían el hogar y la forma de ganarse la vida de Carmen Funes y su marido: Pantaleón Campos, menor que ella, con quien se había casado en 1908, cuando ya se había retirado de su profesión de fortinera, “mujer para todo servicio” en las tropas del ejército argentino.
PERSONAJES: Doña Carmen Funes, la Pasto Verde
(Ex cuartelera, mujer madura vestida con sencillez, acuclillada en el rancho-tapera prepara dos botellas con leche. Principios del siglo XX en algún lugar de la Patagonia Norte. La mujer se va poniendo de pie).
Esta noche la aguada es transparencia. Esta noche bebiste de la aguada y fuiste mi dibujo tu dibujo viajero. En los vientres espejados habitaron ansiedades y luceros y a la tierra de mares amarillos sobre mi pasto verde te amarraste extranjero.
Pasaste sobre mí y se quedó tu aliento de fierro y tropel. Cüyen estaba llena. Era su noche. Pero nosotros se la arrebatamos. Devorábamos el viento, hundidos en el pasto verde de la pampa desflorada. No me dijiste nada, solamente fue el gesto y algún dolor viejo hecho coágulo en el tiempo. No recuerdo tu nombre, sí que eras de sudor y lejura. Y que tus ojos fueron entonces como los reflejos irisados del sol entre mi aguada, miel de encuentro, setiembre entre verdeos y peladares.
Pasaste sobre mí, mientras en la posta de la Aguada se arrinconaban desde siempre sombras, matras y ollas, el quehacer y las cosas que acompañan a las mujeres. Las cosas y las sombras de las cosas. Se amontonaban. Crecían en los rincones desde mucho antes que eligiera esta vida de fortinera errante, de cuartelera, de mujer servicial o de hembra fácil, de “pasto verde”, como solían cuchichear en rueda de hombres. Tampoco me cuesta imaginar los rencores. El viborear sin piedad de las señoras en los salones del comedor del Tren del Sur, cuando pasaban, llenas de cajas, sombreros y vestidos polvorientos, hacia la punta de riel que se afirmaba en Zapala.
La posta de la Aguada contiene, mejor, contenía, mis cosas de todos los días. Las pocas pilchas de una ex-cuartelera, incluyendo los sueños, las derrotas cotidianas, las que no se dicen, ni se mencionan en historias como estas, historia que se relatan desde uno u otro bando. Esas historias que no tienen público ni crítica, solo el papel que represento, mujer para todo servicio, segregada aquí y en cualquiera de los bandos. (Se entusiasma al evocar, deja las botellas). Por sobre todo, yo te contuve a vos. Fui cauce y caudal del tropel de tu sangre. Fui y soy tu memoria. Y eso resultó y resulta suficiente, al menos para mí. Ya no importaba abrevar el porvenir de tapera desde la aguada. (Se acuclilla otra vez. Se dirige a alguien como si estuviera allí, como si conversara confidencialmente) ¿Sabés? Hacía mucho que estaba sola. Sola de soledad, aunque hubiese compañía. La soledad habla en el desierto es de voces y grietas, de rumores y sequedades. Él se había cansado. De la comarca seca. De los colores tardíos. La cordillera lo llamaba. Un día dejó de buscar los lloraderos de agua con gusto a kerosén. Se fue. Y no lo lamenté. Ni por él ni por mí. Esperaba. Siempre esperaba. La muerte no podía beber en mi aguada sin que yo te conociera. No era posible irme así, sin sentir el olor de tu cuerpo hecho de aromo y ceibal, sin penetrar la tibieza de Collipal en tu mirada. Traerías el hilo que nos uniría, el tiento sutil de la sutura. Yo no podía partir con la dientuda, con la mujer sin sombra, sin antes reconocer el sabor de tu piel de arena y noche. (Se asoma de nuevo por un costado y grita. Sacude las botellas) ¡Guachito azul, guachito gris! (Vuelve al fogón, acuclillada).
Cuando apareciste con tus ojos de asombro hundidos en la bruma de la barda, supe que la distancia se acortaba. Se acababan las vísperas y el juego se iría haciendo presente y pasado. Sentí una vez más la creciente del sol entre los huesos, el alma de la piedra hasta los tuétanos. Fui de alegría y temblor en la voz del silencio. Por sólo aquella noche de amor bajo la luna llena de agosto valió la pena vivir y morir aquí en el sur, áspera de arcilla y vientos, transparente de estrellas, en conversa de animales y misterios. Ya no importaba abrevar el destino de tapera entre La Aguada (Se escuchan ruidos de pisadas y balidos de animales pequeños. La mujer parece no oírlos, las mamaderas siguen sobre el piso, mientras la luz en escena se va apagando).
Lilí Muñoz (Victoria, Entre Ríos, 1949). Máster en Creación Literaria por la Universidad Pompeu Fabra. Ha publicado narrativa (cuentos, microcuentos, novelas) y libros de poesía, ensayo y texto dramático, dentro y fuera de Argentina. Adoptó la provincia del Neuquén, en la Patagonia argentina, donde escribe y vive. Coordina talleres de lectura y escritura para adultos.