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La poesía de Helena Gamos combina en medida precisa extrañamiento y condensación máxima. La cadencia de su aliento tal vez se deba a la forma de encabalgar sus versos, que pareciera evocar un tipo de falsos haikús. En esta selección, destacan las imágenes oníricas y naturales donde la constante es una percepción desde la mirada de la nebulosa infancia. Este logrado laconismo concentra imágenes-recuerdos en fugaces bocetos, dando un giro novedoso a lugares privilegiados dentro de la memoria de su olvido.
Entre la hierbabuena te olí a lo lejos, sonabas entre todos los cencerros del valle.
Un observador antiguo de parénquimas que forman almas como los ensamblajes japoneses. Sabiendo como sabíamos que éramos de memoria sedimentaria míranos ahora con estos cuerpos metamórficos. Qué extraño es el azar o el destino que en ocasiones otorga dones de inconmensurable realización.
Las montañas de mármol Las llevé a la ermita para que admirasen la obra cantera. Leyó un cuento acerca de cosas antiguas y se convirtió en ruina, pero en ruina eterna. Todo ese misticismo no era más que un credo de luces y sombras en la pared agrietada llena de las marcas de muebles de otras épocas.
Hay una matemática que determina las cosechas. La matemática de los surcos.
Cuando el viejo se vio frente a los dolores de la muerte, pidió adelantarla al menos dos días.
Helena Gamos (Madrid, 1992). Ilustradora y escritora de cuentos. Creció en Galicia. Es graduada en Filosofía por la UCM y Técnico Superior de Artes Plásticas y Diseño en Técnicas Escultóricas. Recibió el premio Artkeys de Ilustración y diseño gráfico exponiendo su serie gráfica Pájaros Pintos en el Castello Angioino Aragonese de Agropoli. Acaba de publicar O vixía dos mil faros, un libro ilustrado para niños. Trabaja y vive desde el 2016 entre Italia y España.