# 2
Que un poema debiera ser una caja llena de sorpresas es un reto que asume todo aquel que se pone el mameluco. En Caja de broma, Manuel Boher no solo asume ese reto, sino que lo lleva al extremo, haciendo del poema un mecanismo cuyo engranaje estalla en los ojos del lector. El lenguaje enloquece, salta, trastabilla, se detiene y repliega sobre sí, como un “humo verbal envasado hacia adentro”. Las imágenes relampaguean en un flujo incandescente que brota desde una mente perpleja, como si de golpe hubiera abierto sus jaulas y los animales escaparan en manada. Hay alguien que hace las veces de transportista, quien embala cajas que luego carga en un camión. Pero nadie sabe a dónde las lleva.
Desde manos que cifran cajas en un dominio de buses bajo el sol
Son compañeros clavando un muñeco en la noticia de un sueño soberbio, por un túnel de cáscaras infladas y domos con mallas que reciclan humo de la incubadora
Y los guantes se enredan en las horas que perdimos resolviendo una estafa creíble, como un resorte que ciñe confusión en los comercios, una pastilla que toman los caballos antes de la competencia
Y mejora el aire que seca los ojos en general, para defender guitarras de las astillas que expulsa una leña barata, cuando los camiones se llenan como ceniceros
El circo es un vehículo que raspa las vigas, un mantel largo que roba energía hasta que deja de significar algo, cuando me acuesto en el suelo de un humo verbal envasado hacia adentro
Como áreas negras evaporadas en el agua del arroz, como un hongo inyectado en la más bella oficina posible, como galletas confundiéndose en el fuego
Por eso hemos barrido una piedra que ustedes llaman oro por ejemplo, bajo el signo de la exquisitez, en una nube de loros y payasos practicando
Porque este es un mundo sin muebles, en los ojos de gallinas que pelean por un tallo de choclo o un paquete de azúcar
Un desfile de espaldas y de arañas en ladrillos, de globos suspendidos sobre la granja, de pensamientos que han perdido los detalles
Construyendo una máquina que mezcle aplausos con la chatarra del gallinero
Y un martillo que chorrea agua sobre un molino reñido, una hoja atrapada en las pinzas de un cándido guante celeste, como frascos de pintura negra apoyada en la hierba
Y suena la idea preciosa de mis amigos tomando la medalla que hay en el pecho
Respirando sobre los tomates una mancha blanca, bajo cabezales y papeles con saliva
Después hay un jarabe que ya no conozco lustrando el hocico de un caballo, organizando fardos en la perrera, enfriando clavos calientes
Es un sonido de toros y numerosos rebaños, en las pastillas que derriten un saco de agua, como loros girando sobre madera tibia y fuegos visibles, dentro de este gas de teléfonos sonando
Y se clavan espantapájaros en el rumor más blando de caballos corriendo
Como perfume de juguete flotando en el edificio, entre humo oscuro y vacas peleando
Cuando las plumas de un almuerzo calentaban la bodega, y se descosió un delantal que envolvía revistas y herramientas
Plantando algunos granos de la broma donde los amigos descansan
Y los pájaros chocan contra la bóveda de un cráneo, a los pies de una estufa que falla en calentar la casa, como una piedra venenosa manoseada a veces en las heladas
La ley rejuvenece cuando un brillo amarra las hierbas y alarga las banderas, cuando anochece y un muñeco de miga se agita sobre monitores
Cada día despegan canastos amarrados a un globo, y payasos practicando y mulas que arrastran cargas pequeñas entre mariscos flácidos y sustos deformes, quebrando verduras sobre una piedra de oficina
Es la casa de hachas oscuras donde los pájaros se multiplican como regalos, es un silbido de cascabeles y guantes llenos de semillas
He visto vitaminas entre dos luces desde nuestro deporte, en el cruce de barriales y bocinas acostadas en la hierba
Porque es tiempo de insignias militares en la grilla del campo, en nudos verdes y vivos como una cruz ovalada
Y estos momentos han sido de alguna forma para toda la vida, antes de algo que ocurrió en un estacionamiento donde golpean las manzanas
Con ruido de alas y ladridos, y chanchos atrapados en alambre de corral
Madera de choclo, un sombrero de peón, guantes para subirse a la montura
Y una linterna que alumbra una maleta abierta hacia la perrera, hacia leña tallada y paquetes de paja, hacia una boleta con el precio de las palas
Entonces suscribimos a una fuerza de broma, cuando el sol es un chicle sucio que rueda, una batería del crimen que es piedad en noches del presente
Y despiertan perros que dormían entre una carretilla y la chatarra del baño
Sedientos como un caballo lesionado que babea sangre, bajo el temblor de un palo fresco y el viento de fruta
Cestas revestidas con paja de cebolla, y toneles de agua y perros de barrio, gallinas dibujadas en las monedas
Goma de vino, cera rebotando sobre callampas, una veleta atascada lenta como la lengua de un caballo
Es tibio este chocolate de marfil lejos de una pandereta emparrada
El aire que viene dentro de una caja con pan es la pomada que sirve de modelo
Así crece un signo de enmienda que no es exacto, como fruta de vaselina, como un juguete con pedales que martilla la sangre
Es la risa que estuvo entre nosotros un tiempo, cuando payasos perseguían entre todos al loro que se escapa.
Manuel Boher (Santiago de Chile, 1999). Estudia Literatura en la Universidad Diego Portales. Publicó el libro de poesía Publiguías (Ediciones Overol, Santiago, 2021). Obtuvo el Premio Roberto Bolaño 2020 en género poesía. También hace música ambiental y tiene un LP publicado en el sello ruso global pattern, epson lightmachine.