# 3
© Julieta Bugacoff
En la poesía matérica de Aixa Rava las palabras y las cosas son concretas y sin embargo ambiguas, como si se escaparan en el instante mismo en que son tocadas, nombradas. Se esfuman, o tal vez asumen un contorno nuevo, a veces nostálgico, otras sensual, casi siempre ominoso. Y es que el mundo, o aquello de afuera, al pasar por el cuerpo a veces pierde su estabilidad, y la nieve palpada con las manos deja la memoria deshecha. Lo constante aquí es el susurro de un dolor que, viajando desde lejos y en lo hondo, hace que todo el poema, y con él nosotros, se estremezca.
En el fondo hay un vacío que supongo tiene límites. Todo tiene límites pienso también los tiene el vacío aunque en el pecho se sienta enorme interminable. Desde el vacío que a veces imita la saturación del algodón se elevan lunas plateadas renacuajos, dos anguilas. Un estanque este vacío que me llega en oleadas rugosas vibrantes un estanque con vida propia se ancla en las manos en los nudillos fragua derrames de sangre, ahora lo veo tornado —ya sé.
Esa inmunda costumbre de pegar los pelos como madejas en los azulejos de la ducha. Cuando estoy sin lentes son arañas inmóviles que entretejen el agua que cae desde mis pechos hasta mi pubis —áspera se me hace. No me gusta que me miren mientras me baño.
La última vez que toqué la nieve mis manos recibieron las partículas minúsculas de aquella otra que alguna vez odié. Una bola de nieve es como una bola de cristal: puedo ver a través las calles blancas las piernas enterradas hasta la rodilla los techos cubiertos, las ramas vencidas las huellas cimbreantes, barrosas de los autos y camiones. Puedo ver también las tardes de juego en casa: la danza en el living el montaje en la escalera mamá que teje y toma mates y nos mira. Una soledad plomiza entra por las ventanas, papá está lejos, en el campo imprime sobre esta misma nieve la rúbrica de sus borcegos. La nutria que cuidamos está en mis brazos, caliente el cuerpo se hincha y retorna, nos mira hasta que se duerme y la nevisca se funde con las voces de Sui Generis. Mis manos aclimatadas se acoplan al fuelle, la última vez que toqué la nieve eché en falta ese pelaje denso por sentirlo otra vez dejé que me quemara el frío.
Corazón, dejá la piedra —vestimenta mineral de los últimos días nada como sentirse a resguardo de los vaivenes lo sé, pero ahora sin embargo, nada como este mareo, corazón, dejá la piedra a un costado de tu paso vacilante y movete inquieto como el fuego como el aire —que se eleva y no se escapa que está siempre yéndose y llegando. Corazón, dejá la piedra y al pulso inconstante de la pulpa —¿porque qué hay sino este baile travieso de las esferas?— corazón, la piedra dejá y que te humedezca esta lluvia temporal sobre la tierra todos somos agua, corazón, y el agua con tan solo un soplo se estremece.
de Sobre esta misma nieve
(Ed. Esdrújula, Granada, 2022).
Aixa Rava (Tierra del Fuego, Argentina, 1982). Es profesora en Letras por la Universidad Nacional del Comahue, escritora y directora del sello de libros ilustrados Tanta Ceniza Editora. Ganadora de las becas Can Serrat (agosto-septiembre 2022) y Faberllull Olot (noviembre 2022). Publicó, entre otros libros de poesía, Barda (Buenos Aires Poetry, 2014), La luz no se corta como el papel (Ediciones con doble zeta, Neuquén, 2016), Los sitios de mi cuerpo (Añosluz Editora, Buenos Aires, 2019) y Sobre esta misma nieve (Esdrújula Ediciones, Granada, 2022).