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Algunos “hacen cripsis” cuando quieren camuflarse y pasar desapercibidos, probablemente por supervivencia, pero también por pudor. En todo caso, el poeta chileno Germán Carrasco bien sabe que uno de los preceptos de la poesía es, justamente, la elipsis. No decirlo todo a bocajarro, sustituir la primera persona o, al menos, darle una vuelta a la experiencia personal antes de servirla en un poema. Aun así, en estos textos inéditos reconocemos una voz urgente, una poética del camuflaje como resistencia política, pero también como posicionamiento estético frente a una realidad en donde pareciera que la libertad, en todas sus formas, está en entredicho.
U- na- so- la- sí- la- ba y zafo Cómo se legisla contra la censura, la mordaza, la cancelación, la extinción de las especies que esté de moda extinguir. El horror de los medios financiado por el poder Y si hubiera ley de medios se corrompe al mes y medio y cagamos –otra vez medio a medio Una sola sílaba. El puma no tiene ningún tipo de poema en su piel. Su piel es gris, llana y silenciosa como la montaña. Hacer cripsis. Susurrar. Crear un sistema de caricias significantes El lenguaje de los sordomudos El de los delincuentes y los amantes Para que no nos detecten y eliminen Para sobrevivir No el despliegue estridente ni el grito épico la alharaca y la queja sino un rosario de sílabas o pétalos incrustados en la diadema de la hermosa fantasma de la montaña. Sílabas secretas y no vigiladas para que los félidos crucen desde la A hasta la Z el alfabeto ocultos tras las grafías sin que los acribillen —disparaban a los ojos, Ger. Wiña en noche de rifles, puma que huye por sus propias huellas a ritmo un contrabajo o bajo que marcan sin manierismos Ron Carter o Kim Deal mientras se logra hilar a pesar de la asfixia un rosario de sílabas: un amuleto para hacer de escudo a mil agresiones. Sí, se divierten disparando pero tienen pésima puntería. Una sola sí.
Quizás de eso se trate todo esto: distinguir una estrella fugaz tras los fuegos artificiales o el canto de un chercán tras el griterío de los loros, quizás hay muchas diferencias entre un grano de arroz y otro, un grano de arena y otro –aunque suene a hacerse el Blake– Tal vez eso piensa el niño que en vez de mirar la inmensidad de las montañas que fascinan a los adultos mira en cambio piedritas o semillas.
Intento de fijar de matar de enmarcar la sílaba. Anotar cosas como: tras todo acento, todo dialecto, toda lengua yace la estructura híper-profunda del susurro le parecen un poco altos esos versos: falta lo impar, los eventos bajo la refrescante sombra del árbol atonal en donde descansamos de la violencia del sol achicharrante y la dictadura de los formatos; Sea el poema una partitura y no su interpretación porque en los eventos del amor y la muerte se habla despacio o no se habla y está el lenguaje íntimo de los amantes y los bichos que se detectan frotando sus antenas.
La palabra tiene, en su punta, forma de taladro: si uno detiene la foto puede ver las virutas y serrines que hace al ingresar a la madera y al irse deja un punto de cicatriz eterno en la dermis, trabajo para la cirugía o algún polvo cosmético. La cola de una sílaba cuando desaparece es como los 20 convulsivos centímetros de una culebra que huye veloz –pero siempre en silencio– por un intersticio y se parece un poco a los perdigones que disparaba la policía a los ojos ¿Se acuerdan?
Tuve los mejores amigos y me voy a ir de aquí agradecido por la existencia de algunas mujeres. Tuve páginas, silencio y alcancé a ver al territorio despertar en primavera. Tengo una hija hermosa e inteligente y una novia fascinante que defiendo a tajos contra el desierto más tórrido del mundo —ayer enseñó landays de Afganistán en un colegio en riesgo social. Disfracé mi palabra, por pudor pero hoy me permito la primera persona a pesar de los consejos de ese tal G. C. según quien no se sirven sin reposo los platos hirvientes de la experiencia y que es violento y pobre de recursos comenzar los versos con mayúscula. Estoy cansado de este pueblo su cultura sometida y secuestrada sus actores de telenovela en campañas su filisteísmo barbárico y cultural su ignorancia y falta de audacia su reticencia rotunda al cambio de palabras y de sangre. Su infinita crueldad de chacal arrinconado.
Germán Carrasco (Santiago, Chile, 1971) es poeta, traductor y ensayista. Ha publicado, entre otros, los libros de poesía Clavados (J. C. Sáez Editor, Santiago, 2003), Multicancha (El billar de Lucrecia, Ciudad de México, 2005), Mantra de remos (Alquimia Ediciones, Santiago, 2016), Imagen y semejanza (Lumen, Santiago, 2016) y Metraje encontrado (Editorial Hueders, Santiago, 2018). En ensayo, destacan A mano alzada (Cuarto propio, Chile, 2013), Prestar ropa (Lumen, Chile, 2019) y La mantis en el metro (Seix Barral, Chile, 2021). En traducción destaca El Mercader de Venecia (Editorial Norma, Colombia, 2002). Participó del Taller de Escritores de Iowa y estuvo en la Residencia de la Rockefeller Foundation. Ganó el Concurso Hispanoamericano Diario de Poesía (Buenos Aires, 2000), el Premio Sor Juana Inés de la Cruz (México-Costa Rica, 2000), el Premio del Consejo Nacional del Libro a Mejores Obras (Chile, 2002) y el premio Pablo Neruda (Fundación Pablo Neruda 2005). Actualmente reside en Santiago de Chile e imparte talleres de escritura.