# 1
«Acerca de esto», publicado en Moscú el año 1923 por la revista LEF, es un extenso poema narrativo ambientado en los primeros años de la revolución rusa. Dando cuenta del largo alcance de su poesía, a su habitual lirismo y fuerza satírica Vladimir Mayakovsky añade aquí lucidez política y sobre todo humana, sin por ello ahogar la vena amorosa que está presente en sus mejores versos. Traducido por primera vez de manera íntegra a nuestra lengua, este poema polifacético conserva en manos de Carlos Henrickson la musicalidad y los giros coloquiales y semánticos del texto en ruso.
La presente muestra incluye la sección final del libro, el cual fue publicado en el año 2020 por la editorial chilena Mundana Ediciones, edición que incluye los fotomontajes que Alexandr Ródchenko diseñó para la primera edición de 1923.
“«Acerca de esto» formará parte central, visto en perspectiva, del esfuerzo crítico de los constructivistas y lingüistas rusos partidarios del ‘método formal’ de los años 1920, al poner en primer plano el límite entre la experiencia individual y la vida colectiva, asumidas ambas en un profundo ámbito ético y político.”
Carlos Henrickson
Ha atracado el arca. Hacia mí, como unos rayos. Es el muelle. ¡Eh! ¡Tira la cuerda! Y ahora en los hombros el peso de la piedra del alféizar. El sol cálido secó la noche diluviante. Por la ventana me encuentro al calor del día. Solo desde el globo, el monte Kilimanjaro, solo desde el mapa de África, Kenia: el globo es una cabeza rapada. Y yo hacia este globo con dolor me agacho. Mundo, quisiera en este pecho de maciza pena estrechar los reales macizos de tus peñas. Para que desde los polos y por todas sus venas la lava caiga, arda, se petrifique, y así logre yo romper en llanto, como oso-comunista. De cuna era mi padre un noble: es fino el cuero de mis manos. Puede que versos me esté zampando todo el día y jamás haya visto un torno. Pero en mi aliento, en el pulso, en la voz, en cada cabello erizado de horror, en los agujeros de la nariz, en los clavos de mis ojos, mis afilados dientes que rechinan bestiales, mi cuero espinudo mis cejas juntas de rabia mi trillón de poros, literalmente todos mis poros en otoño, invierno, primavera verano de día y en el sueño jamás lo aceptaré, odio todo esto. Todo lo que en nosotros dejó clavado el pasado servil. Todo lo que como un enjambre ruin se estableció en el establo de la costumbre, incluso hoy en este nuestro orden banderrojo. No les daré la alegría de ver cómo un disparo me deja callado. No se apuren en seguirme de rodillas por el descanso de esta alma talentosa. Pueden desde un rincón salir y acuchillarme: los D’Anthès no pueden apuntarme a la cabeza. Cuatro veces envejeceré, y cuatro seré rejuvenecido antes de encarar la tumba. Y donde sea que muera moriré cantando. En el callamperío en que yazga sé que seré digno de yacer junto a aquellos que cubre el paño rojo. Mas no importa por qué se yace: la muerte es muerte. Es terrible no amar, un horror no atreverse. Cada uno tiene su bala, cada cual su navaja. ¿Y cuándo a mí? ¿Y cuál me toca? En la infancia, quizás, en lo más hondo, diez días hallo que fueron pasables. ¡Eso es para los otros! ¡Ojalá a mí me tocara! Pero no. ¡Ya se dan cuenta que no! ¡Si solo creyera en el más allá! Sería fácil un paseíto de prueba. Bastaría solo extender la mano, y la bala de un viaje al más allá trazaría su vía resonante. Qué debo hacer si yo en toda toda la medida del corazón en esta vida en este mundo creía y creo.FeNo importa cuánto alarguen la espera. Estoy viendo claro, claro hasta alucinar. Hasta parece que solo con soltar esta rima, te vas por dentro de la estrofa hacia la vida magnífica. Y me pregunto: ¿Es esta, o esa otra? Estoy viendo claro, claro hasta el detalle. De aire sobre aire como si de piedra sobre piedra inaccesible a la carroña y el aniquilamiento resplandeciente se yergue por los siglos el taller de las resurrecciones. He ahí el severo y calmo químico, el ceño fruncido en su experimento. El libro: Toda la tierra, y se presenta un nombre. Siglo XX... ¿A quién revivir? Acá está Mayakovsky… busquemos personajes más brillantes, el poeta no es suficientemente bello. Y saltaré yo desde esta esta misma página: ¡No des vuelta la página! ¡Resucítame!EsperanzaUn corazón métanme y la sangre hasta la última vena. ¡En el cráneo encájenme la mente! Este terrestre yo no acabó de vivir en la tierra, y tampoco acabó de amar. Era un poeta de fuste. ¿Y de qué me sirvió el fuste? Para estas pegas basta un pulgón: con mi pluma raspaba yo metido en el cuartito, deslizándome como lentes en su estuche. Haré lo que me digan y gratis, fregar lavar hacer guardia menearme barrer. Les puedo servir, aunque sea de conserje. ¿Tienen conserjes acá? Yo fui feliz, ¿es que ser feliz no vale? Pues nuestra pena es impenetrable ahora: se muestran los dientes solo para agarrarse o para hacerlos crujir. No importa qué suceda: agobio o dolor… ¡Llamen ya! Siempre es útil un chistecito. Con charadas de hipérboles y alegorías les divertiré, con versos de bufón. Yo amaba… Pero para qué revolver el pasado. ¿Es que duele? Déjalo… Más caro se hace el dolor mientras más viejo. Además me gustan las fieras, ¿Tienen zoológicos acá? ¡Pónganme de guardia! Amo los animales: si es que ven un perrito, como este al lado de la panadería, puro cuero pelado, estoy listo para darle mi hígado. No es que me importe, para nada, ¡cómetelo!AmorPuede puede ser, en cualquier momento por las veredas del zoológico, ella –que amaba los animales– también pise el zoo sonriendo así tal como la foto de la mesa. Es hermosa, seguro que la resucitarán. Ustedes en su siglo treinta dejarán atrás las manadas de chimuchinas que desgarran el corazón. Lo que quedó sin amar recuperaremos en la astralidad de esas noches incontables. Resucítame aunque sea no más por ser poeta, por esperarte, por repudiar la idiotez de cada día. ¡Resucítame aunque sea solo por esto! ¡Resucítame, para acabar de vivir! Para que no se haga del amor una sirvienta del matrimonio la lujuria la colación. Los lechos maldiga y se levante del fogón, por todo el universo vaya el amor. Para que este día envejecido de pena no siga pordioseando a ruegos. Para que entera al primer grito: –¡camarada!– la tierra se revuelva, para vivir, y no caer sacrificada en las covachas domésticas. Para llegar como hermanos de hoy en adelante a ser, que el padre sea por lo menos el mundo y la tierra por lo menos la madre.
Vladimir Mayakovsky (Baghdati, Imperio Ruso, 1893-1930). Poeta, artista y dramaturgo ruso de origen georgiano, comenzó su andanza literaria integrando el movimiento que más tarde sería reconocido como Futurismo Ruso. De aquella primera época (1912-1917) son parte de algunos de sus más reconocidos poemas, como La nube en pantalones (1915) y La flauta vertebral (1916). Luego de la revolución de 1917 y una vez que los bolcheviques se adjudicaron el poder, desempeñó labores culturales y artísticas en apoyo al nuevo régimen, cuya adhesión fue volviéndose cada vez más conflictiva. De aquella época pertenecen poemas como Acerca de esto (1923), A Esenin (1925) y A plena voz (1930). Se suicida en 1930 de un disparo en el pecho.
Carlos Henrickson (Santiago de Chile, 1974). Escritor, poeta, traductor y crítico literario. Ha publicado traducciones del francés de Tristan Corbière y Charles Perrault y del ruso de Marina Tzvetáyeva (Siete poemas, DasKapital, Santiago, 2016), así como una antología de textos de la revista LEF (¡A la producción!, Catálogo Ediciones, Viña del Mar, 2018).